Los bomberos de Cali cumplen 90 años: tres historias de su gran valor

En abril de este año, la familia Blandón realizó un homenaje a los bomberos de la estación del barrio Villa del Sur, quienes salvaron las vidas de cinco de sus integrantes, luego de que un incendio consumiera su vivienda el 30 de marzo del 2017.


Un 20 de julio de 1928 fue fundado el Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Cali que hoy celebra su cumpleaños número 90 sirviendo a toda la comunidad caleña. 

Sus más de 500 hombres y mujeres que lo integran están disponibles las 24 horas del día y los siete días de la semana para atender todo tipo de emergencias que se puedan presentar: desde un incendio, accidente de tránsito o escape de gas, hasta un rescate animal.

“La tarea bomberil no es fácil y en ella hay que entregarlo todo sin esperar nada a cambio, incluso muchas veces exponiendo nuestras propias vidas. Durante estos 90 años hemos venido creciendo gracias al tiempo y disposición de personas que son la base de esta institución”, afirmó Roberto Duque, comandante del Cuerpo de Bomberos de Cali.

El País presenta tres historias de hombres y mujeres que han marcado la historia bomberil en la ciudad.

Una mujer liderando decisiones
Doris González es abogada y ejerce la presidencia del consejo de oficiales.
La disciplina y la determinación fueron las dos características que llevaron a Doris González a convertirse en el 2015 en la primera mujer en ocupar la presidencia del consejo de oficiales del Benemérito Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Cali. 

Abogada de profesión, madre soltera de dos hijas y abuela de cinco nietos. Detrás de la vida de esta mujer hay un camino de lucha y esfuerzo constante. “Crié a mis hijas sola mientras trabajaba y a la vez cursaba mis estudios de derecho en la noche. Dios es el que me ha dado la fortaleza necesaria para salir adelante en un camino en el que hay que me he caído y levantando casi que simultáneamente”, asegura González.

Su pasión por la misión bomberil la heredó de su padre, quien falleció cuando tenía trece años, pero que le dejó un legado del cual hoy se siente orgullosa. 

“Cuando tenía seis años en mi natal Génova en el Quindío, hubo un incendio terrible en un negocio de telas. Este episodio marcó mi vida y en mi mente siempre recuerdo a mi papá y a varios vecinos corriendo desde sus casas con baldes llenos de agua para apagar la conflagración. A partir de esa emergencia fue que empezó a crecer dentro de mí el deseo de ser bombera”, explica la mujer. 

Su sueño lo cumplió el 6 de febrero de 1990 cuando ingresó a la institución. Desde entonces no ha dejado de escalar.

“Estuve vinculada como abogada por 25 años a la Secretaría de Movilidad de la ciudad, entidad de la cual me pensioné. Gracias a que tengo un título universitario pude obtener la condición de oficial en el Cuerpo de Bomberos y ahora mi función como presidenta del consejo de oficiales es velar porque la normatividad vigente se cumpla. Asimismo, tomar con mi equipo de trabajo las decisiones que jalonean la institución hacia mejores horizontes”, asevera Doris González. 
La historia de una familia bomberil
En el seno de la familia Hernández el corazón arde
 en llamas por el servicio. Eustorgio Hernández, de 82 años, fue el primero que se vinculó al Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Cali cuando tenía 24 años. Hoy y casi 59 años después, en su rostro se ve la satisfacción del deber cumplido.

“Actualmente me desempeño como oficial administrativo, ya que no puedo participar en rescates debido a que he perdido fuerza y habilidad. Sin embargo, siento una alegría absoluta al saber que durante muchos años participé en labores de emergencia y salvé a muchas personas y animales. Ahora, solo le pido a mi Dios que me dé más vida y salud para poder seguir sirviendo”, comenta Eustorgio.

Su nieto, Carlos Alberto Hernández, quien también es miembro de la institución desde el año 2006, se siente orgulloso de él. 

“Gracias a su ejemplo y dedicación, en nuestra familia seis hombres hemos hecho parte del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Cali, de los cuales actualmente cuatro estamos activos”, explica Carlos Alberto Hernández.

Y agrega que su padre, Alberto José Hernández, se hizo bombero a los 16 años junto con su tío Adolfo Hernández.

“Recuerdo cuando lo veía salir en las máquinas y volver con las uñas llenas de mugre, la cara con cenizas, pero sobre todo con una sonrisa por la satisfacción de haber participado en el control de un incendio y haber podido ayudar a la comunidad”, comenta Carlos Alberto.

Desde ese entonces, se le despertó el sentimiento de afecto hacia la institución y empezó a acompañar a su padre a las estaciones y a aprender de la labor bomberil.

“Hasta que hace 12 años hice el curso para ser bombero mientras cursaba mis estudios de ingeniería industrial. Esa es la profesión que ejerzo ahora y que combino con mis labores en la institución. También estoy felizmente casado y tengo una hermosa hija de un año”, precisa. 
Una tragedia que nunca será olvidada 
En la avalancha de Mocoa, capital del Putumayo, 150 hombres del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Cali participaron en labores de rescate.
El cabo William Rubiano, quien lleva sirviendo 18 años en el Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Cali, narra, entre lágrimas, cómo fue atender una de las experiencias más impactantes en sus 58 años de vida: la avalancha en Mocoa, ocurrida el 31 de marzo de 2017. 

“Fue algo muy duro porque nosotros no teníamos una preparación específica en la recuperación de cuerpos, ya que nuestra labor esencialmente es la de salvar vidas”, explica el bombero.

Agrega que tanto para él como para los 149 hombres que fueron enviados por la institución a la capital del Putumayo para ayudar en la catástrofe, el drama comenzó al ingresar a los estragos que dejó la avalancha. “Estos fueron devastadores: viviendas completamente destruidas, cuerpos sepultados y personas desesperadas corriendo por las calles llenas de barro y sin zapatos buscando a sus seres queridos. Fue algo que realmente nos marcó a todos”, dice Rubiano. 

La jornadas de búsqueda empezaban a las seis de la mañana y terminaban a las siete de la noche, y a pesar de que las labores de los bomberos de Cali se concentraron en ayudar a sacar los cadáveres de las piedras, hubo hazañas que “les devolvieron la moral”. 

“Una de ellas fue el rescate que hicimos de un anciana de 75 años que se había quedado atrapada en su finca, en la parte alta del río. Su nieta llegó corriendo a nuestro campamento a pedir nuestra ayuda y nos tomó tres horas de camino a pie llegar hasta el lugar. Una vez allí, la pudimos sacar vía aérea con ayuda de un helicóptero de la Policía. Afortunadamente, la señora salió ilesa y su familia quedó muy agradecida con nosotros”, concluye Rubiano. 

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